domingo, 9 de febrero de 2014

Qué papel juega la cultura en los procesos de integración



Las políticas culturales en las relaciones entre los estados no suele ocupar un lugar destacado en las agendas bilaterales. Sin embargo, las vinculaciones culturales constituyen la amalgama de cualquier relación duradera entre los pueblos, ya que permiten establecer vínculos de mutuo reconocimiento, valoración por la identidad propia y la ajena y una corriente de simpatía esencial para establecer los niveles de confianza necesarios sobre los que se desenvolverán las relaciones comerciales, financieras, diplomáticas, científicas y otras de manera fluida y creciente. De lo contrario, las relaciones inspiradas en intereses coyunturales y en un contexto de desconfianzas o recelos, se manifiestan siempre como esporádicas, intermitentes y expuestas a los vaivenes de circunstancias y estado de ánimo cambiantes.

Asimismo las relaciones culturales estrechan vínculos entre las personas e instituciones civiles de los países, enriquecen las posibilidades de emprendimientos comunes y amplían las vías de autonomía ciudadana y participación democrática.

El objetivo de una integración cultural sería el de fortalecer entre los pueblos de la región la conciencia de su identidad histórico-cultural y, en la medida de su logro, incrementar las posibilidades de una integración política y económica.

Hay que tener en  cuenta que esta perspectiva implicaría alterar el orden y el énfasis en los esfuerzos en pro de la integración, dando prioridad al aspecto cultural. Se han forjado muchas ilusiones, en los procesos de integración, tratando de impulsar la unidad de las naciones mediante instrumentos económicos y políticos de integración, pero la efectividad de esos esfuerzos ha sido inferior a las expectativas, quizás porque no se ha puesto la debida atención a los aspectos culturales, que constituyen las bases de la integración.

La cultura engendra solidaridades para la integración, basadas en la conciencia de pertenencia común de sus pueblos. Es a través de la cultura que los hombres adquieren el sentido de autoconciencia identitaria y de pertenencia, así como el consenso sobre los valores comunes. La cultura es la gran propulsora de la integración de nuestros países. Por ello no es considerada una mercancía, sino el espíritu de un pueblo.

La cultura es un importante factor de desarrollo de nuestros pueblos, por resultar fuente de creatividad y promotora de la articulación social. No existen dudas respecto a que los factores culturales son los que determinan el estilo del desarrollo económico, social y político. Por ello resulta imprescindible armonizar la racionalidad de un desarrollo sostenible con los valores y pautas culturales características de la vida de un pueblo. De lo contrario se fracasa.

La relevancia de la cultura radica en reflejar una identidad, las ideas y una determinada una visión del mundo de una sociedad, Estado, nación o grupo social. Por lo tanto, si las relaciones internacionales pautan el funcionamiento del escenario mundial, la visión del mundo proyectada por la cultura estructura la acción y el proceder real del sistema internacional.

La cultura se vuelve el eje central para comprender el funcionamiento de las relaciones internacionales. Aquellos monstruos fríos denominados estados, que tienden a generalizar, deben acercarse a las sociedades concretas, a las concepciones, y a las visiones del mundo que hay en cada una de ellas.

Todos los elementos culturales se reflejan en los nuevos espacios multilaterales. En primer lugar, forman parte de la agenda global y se suman a otros temas clásicos, como el nuevo orden económico internacional o la discusión sobre las armas de destrucción masiva. Hoy día, asistimos a una irrupción de lo cultural en las relaciones internacionales. La cultura, en gran parte de las ocasiones, guía los discursos de este campo a la par que cobra, progresivamente, un mayor protagonismo como eje de análisis. La creciente demanda de profesionales y experto en temas culturales, dan prueba de ello.

Si pensamos a la cultura como el eje articulador en los procesos de integración, entendiendo que las regiones son multiculturales y polisémicas, entonces la idea es que hay que abrirse a la diversidad y pluralidad de enfoques para estudiar y actuar en esa realidad. Ello implica la apertura a la creatividad, en la generación y el uso de marcos de referencia tentativos, que de ser preciso podrán ser modificados en el camino. Hablar de multiculturalidad o mejor dicho de interculturalidad, es hablar de intercambio entre iguales, de diálogo de saberes, de  escudriñar el mundo desde la relación con el otro, desde la inter-subjetividad.

Es posible una integración cultural?. Resulta difícil integrar culturalmente a todos los países de nuestro continente americano, porque para lograrlo resulta previa la armonización de elementos identitarios comunes. Debe tenerse en cuenta que la preservación de la democracia, la lucha por el respecto de los derechos humanos, la vocación por un desarrollo auto sostenido y el deseo de insertarse competitivamente en los mercados mundiales no alcanzan para lograr a cabalidad dicho objetivo.

Jamás podrá darse una integración de la cultura, en virtud de que la cultura es plural por excelencia y tratar de unificarla resultará una tarea imposible. Estamos hablando de algo diferente: de la integración por la cultura. Esta última no debe entenderse como uniformización, ni asimilación, ni tampoco como fusión o subordinación jerárquica, sino como una congruencia significativa de normas y valores sociales. Dicha integración se raduce en la práctica como unidad en la diversidad.

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