Entendemos
como Gerentes Públicos todos los funcionarios del Estado que toman o provocan
decisiones acerca de cómo orientar los recursos públicos (humanos, financieros
e institucionales) para obtener determinados objetivos. El gerente público
tiene un mandato público y le reporta a la sociedad o sus voceros y debe
siempre valorar cómo se aprecian las prioridades en las reglas de juego de tipo
político.
La
gerencia pública como concepto, nace de la urgente necesidad de la
incorporación de nuevas técnicas administrativas a la administración pública,
que coadyuven en la gestión gubernamental, para lograr la eficiencia y la
eficacia de los servicios que el gobierno proporciona a la ciudadanía.
La
gerencia pública tiene como objetivo el mejoramiento de la capacidad de
gobierno para lograr un incremento de la gobernabilidad y tener en condiciones
de mejora continua los procesos administrativos, y así resolver de manera
eficiente y expedita los problemas que presenta la sociedad.
En
la actualidad el Estado está alejado del manejo del directo las empresas, concentrado
en funciones estratégicas de planeación y gestión del desarrollo socioeconómico
sin las cuales no habría la posibilidad de desarrollar esquemas de
competitividad productiva, social y comercial, ni se solucionarían los problemas
fundamentales del conjunto de la sociedad.
De
hecho, los gerentes públicos de la actualidad deben trabajar en un mundo en donde
todo se interrelaciona con todo. El Gerente Público que no tenga en cuenta este
contexto puede tomar decisiones erróneas que, en un momento determinado, pueden
llegar a afectar negativamente la situación socioeconómica de su entidad o
municipio.
En
este punto es necesario resaltar que el gerente público es el encargado de
propiciar e institucionalizar una determinada visión de la realidad en el
interior de la estructura orgánica de la entidad. De esta perspectiva se nutren
las diferentes dependencias y sobre ella proyectan sus acciones; si la visión
de la realidad es equivocada, toda la estructura estará equivocada.
La
buena formación profesional del gerente público debe complementarse con una
serie de características individuales tales como capacidad de liderazgo y
organización empresarial, creatividad, manejo de técnicas modernas de
planeación y de sistematización de información, capacidad de análisis y de
trabajo en equipo; formación ética y una gran responsabilidad social.
En
este contexto, un buen Gerente Público debe tener las siguientes características:
El
gerente público debe ser capaz de promover una relación con el ciudadano y
usuario de los servicios, que se guíe por la búsqueda constante de mejorar la
calidad de la atención. Esto, especialmente porque aún existe una percepción
deteriorada del usuario respecto a su relación con los servicios estatales, y por
el impacto de esto en el ejercicio de la participación.
En
cuanto a su liderazgo el gerente público debe considerar un criterio que tiene
relación con la disposición a conocer, e incorporar la cultura e historia de la
organización. Esto obviamente no es una característica o rasgo específico de la
persona, más bien es una disposición hacia construir un saber compartido, que
surge de las relaciones que se establecen entre los trabajadores y el
directivo.
El
gerente público debe ser una persona con una alta capacidad para diagnosticar y
aportar ideas al sector público, independiente de su procedencia. Este interés
se traduciría en una evaluación y conocimiento de sus problemáticas y
fortalezas, con una postura definida frente a este contexto.
El
gerente público debe tener las características y habilidades personales que
faciliten que las personas se apropien de su trabajo y trabajen en forma
colaborativa, lo que significa constituir equipos de trabajo eficaces, y
trabajar de manera estimulante y alentadora con subalternos, reconocer y
potenciar las habilidades y contribuciones individuales dentro del equipo,
construir sobre las ideas de todos y crear una cultura de colaboración, e
integrar equipos de trabajo relacionándose adecuadamente con sus pares y
aportando a la efectividad del equipo directivo.
Para
abrir puentes de diálogo en la institución, una condición sine qua non del gerente
público debe ser la comunicación efectiva, entendida como la disposición para
verbalizar con nitidez el propósito, sentido y posibilidades de las
conversaciones, interactuar con solidez y aplomo en distintos niveles, influir
y persuadir a otros para lograr apoyo o acuerdos, y hacerse cargo del escuchar
social, esto es, de la comprensión de los contenidos de la comunicación por
parte de los interlocutores y de las consecuencias que ello tiene.
El
gerente público debe ser capaz de incorporar en su gestión elementos de un
estilo de trabajo democrático y participativo, es decir, tener la capacidad de
generar la participación de los integrantes de sus equipos en el producto final
de su trabajo. Debe ser capaz de reencantar a sus funcionarios con el sentido
de trabajar en el sector público, otorgándoles autonomía y responsabilidad para
generar cambios en el entorno.
Una
capacidad del gerente público que debe considerar es la sensibilidad social
para reconocer las necesidades de los individuos, de la ciudadanía y su
institución. Esto implica una disposición a escuchar y acoger los puntos de
vista de los otros, e integrarlos a la toma de sus decisiones.
Sensibilidad
ética de la función pública. El gerente público debe desplegar todas sus
capacidades para desarrollar sus funciones dentro de un marco valorativo, de
acuerdo a los intereses nacionales y el bien común.
Finalmente,
un gerente público debe ser una persona que posea un proyecto particular, que
agregue valor social y genere cambios en el servicio público en el que se
insertará, lo que implicará una cierta sensibilidad hacia temas de coyuntura
pública-política, y una visión innovadora de las problemáticas y debilidades de
la administración del Estado.
Conclusiones
En
indudable que el reto para los administradores públicos es cada día mayor. Esto
implica cambiar de paradigma, y convertirnos en gerentes públicos, con el
cuidado que esto representa. No confundirnos con la administración privada, ya
que la diferencia radica en los fines.
La
idea, entonces, es cambiar totalmente los procedimientos para que sean
encaminados hacia una lógica competencia y combatir ciertas prácticas
cotidianas de la administración pública como son: la falta de rendición de
cuentas, la corrupción, el gasto excesivo, el desarrollo de un sin número de
controles que impiden que los procedimientos administrativos tengan un cauce
fluido, además de la desconfianza de la ciudadanía hacia los funcionarios
públicos, entre otras.
La
gerencia pública propone un cambio en los administradores públicos. Éstos
deberán capacitarse para poder desarrollar las estrategias que les permitan
crear una nueva organización administrativa, dirigida a los valores del mercado
y de la eficiencia, con la pretensión de resolver los graves dilemas a los que
se enfrenta la administración pública tradicional, que ahora parecen encontrar
respuesta en la gestión pública.
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